Guía de buenas prácticas para el seguimiento de la enfermedad celíaca estable en pacientes adultos

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La enfermedad celíaca es una enfermedad inmunológica desencadenada por el consumo de gluten contenido en los alimentos en individuos con una predisposición genética. El diagnóstico se basa en la presencia de atrofia de la mucosa del intestino delgado y autoanticuerpos circulantes (anticuerpos antitransglutaminasa tipo 2). Tras el diagnóstico, los pacientes siguen una dieta estricta sin gluten de por vida.

Actualmente, el único tratamiento para la enfermedad celíaca (EC) es la adherencia a una dieta sin gluten (DSG) de por vida. Aunque los criterios para el diagnóstico de esta enfermedad están bien definidos, la fase de seguimiento se ha estudiado menos, y todavía no está claro cómo monitorizar de la forma más adecuada a los pacientes con EC estable. Los expertos opinan que, los objetivos terapéuticos de la DSG se deberían también abordar sistemáticamente según un calendario temporal, comenzando por la resolución de los síntomas, seguida de la consecución de la normalización serológica y de la mucosa y, por último, la prevención de las comorbilidades.

 Entre las preguntas que requieren respuestas fundamentadas se incluyen las siguientes:

  1. ¿Cuál es el punto final primario de la DSG?
  2. ¿Cómo debe evaluarse la actividad de la EC?
  3. ¿Es adecuada la serología para el seguimiento?
  4. ¿Es necesaria la evaluación de la mucosa del intestino delgado durante el periodo de seguimiento, y a qué intervalos de tiempo?
  5. ¿Cómo debe medirse la adherencia a la DMG?

Actualmente, las respuestas a estas y otras preguntas relacionadas no siempre están claras.

Para desarrollar un conjunto de directrices clínicas para el seguimiento de la EC, se elaboró un grupo de trabajo, formado por gastroenterólogos, patólogos, dietistas y bioestadísticos, que elaboró y aprobó las declaraciones y recomendaciones con el nivel de evidencia correspondiente.

Aunque las directrices propuestas estén respaldadas, por las sociedades científicas norteamericana y europea para la enfermedad celíaca, hacen recomendaciones sobre las mejores prácticas en el seguimiento de pacientes con EC basadas en la evidencia disponible. El problema es que el nivel de evidencia es bajo para muchos temas, lo que sugiere que sería valiosa una mayor investigación en aspectos específicos de la enfermedad celíaca.

En conclusión, las directrices del estudio sirven de apoyo a los clínicos para mejorar el tratamiento y el seguimiento de la EC y ponen de relieve cuestiones novedosas que deberían tenerse en cuenta en futuros estudios.